La palabra escrita en la arena
fue arrastrada por el mar.
Sólo quedó una pisada;
testigo silencioso
de que alguien se alejó
sin recibir una respuesta.
Un mensaje con remitente,
que nunca encontraría destinatario,
y que se ahogaría —como su corazón no correspondido—
entre las olas,
en este último intento
por conseguir el favor divino.
Pero para Poseidón,
otra súplica más,
otro tormento,
nada original,
y que no atendería.


Deja una respuesta