A veces surge un recuerdo, no de forma consciente, sino de aquella manera en la que la mente se rebobina y se detiene en él.
Una gota dentro del océano de la mente, un recuerdo náufrago que sobrevive las embestidas de las olas del tiempo.
¿De qué se alimenta?
¿Dónde reside?
¿Por qué no desaparece?
Tan fugaz en el cielo, como grabado en la roca.
Eterno en el silencio de la mente. Un eco persistente que ocupa la nada y lo es todo. Hasta la luz más cegadora no puede borrar su sombra. Pero tan perdido que siempre se encuentra.
Y al final es porque: se alimenta de mí, reside en mí y no desaparece porque yo soy el recuerdo.
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