Justo en el momento de nacer se activa nuestro reloj: un mecanismo al que damos cuerda y que debería contar el tiempo hacia adelante, pero en realidad es una cuenta atrás; un cronómetro oculto y desconocido que marca el fin de nuestros días.
Es propio e independiente de cada uno, pero a veces, otras vueltas, como las de la vida, hacen que nuestros relojes se sincronicen con otros y entremos en resonancia.
A veces, sólo en paralelo, durante mucho o poco tiempo. Otras, en una simple intersección para, finalmente, seguir rumbos completamente opuestos. Y en muy pocas ocasiones, en una hermosa y compartida espiral; la que cuenta, la que deseamos que dure eternamente.
Y cuando la cuerda se acaba, un reloj deja de sonar, y se produce un silencio, y ese silencio, no consuela, pero dice la verdad.


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