Sobre la arena caliente, inspiro lento el salitre de la brisa marina hasta mi límite.
Aguanto; mi rostro se derrite bajo la luz rojiza que se filtra entre mis párpados cerrados.
En ese instante, mis latidos golpean como un martillo en mis tímpanos, intentando expulsar los auriculares.
Exhalo lento hasta la extenuación y aterrizo de nuevo.


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