Hay algo en mi casa.
A veces me persigue, o me espera en mi destino; conoce mis pasos.
A veces sólo ocupa el espacio que dejo, con su mirada perdida en el infinito.
A veces intenta hablarme, y le escucho, pero su idioma es el silencio, y casi nunca le entiendo.
A veces le ignoro, porque si le respondo, lo que dice se hace real.
Y es que a veces, tal vez, no quiero entenderme.


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