Se despertaba siempre temprano, a la misma hora. Una rutina de muchos años.
Cuando tomaba consciencia de sí mismo y se veía correctamente vestido, avanzaba lentamente por el pasillo hacia la puerta, dando inicio a su pequeño ritual fuera de casa.
Ya en la calle, caminaba distraído hacia su primera parada: un antiguo quiosco que llevaba toda la vida en la esquina de su edificio. Allí compraba el periódico. Al acercarse, fijaba la mirada en la primera noticia para intentar adivinar el titular por la imagen. Lo cogía con ambas manos y lo alzaba a la altura de sus ojos. Luego se despedía con un gesto distraído que nunca sabía si era correspondido.
Sumergido en la noticia del día anterior, se encaminaba al bar más cercano, donde leía el periódico mientras tomaba café. Nada más entrar, y sin apartar la vista de la portada, saludaba entre susurros y pedía un expreso.
—Qué raro es este periódico —murmuró, frunciendo el ceño mientras intentaba averiguar qué no le cuadraba.
Intrigado por aquella sensación, giró sobre sus talones y decidió volver a casa sin saber por qué esa portada le resultaba tan familiar.
—Qué extraño… es la fecha del periódico —susurró frente a la puerta de su casa.
Nada más cruzar el umbral, un sudor frío le recorrió la espalda al levantar la vista del periódico. Se quedó inmóvil, como si lo atravesara una descarga eléctrica, y el periódico cayó de sus manos.
Su mirada estaba clavada en el suelo, en él, una silueta trazada con cinta blanca.
Solo entonces, con amarga claridad, recordó: era la fecha en la que murió.


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