¿Por qué nos despierta tanto anhelo el frío y distante resplandor de las estrellas en el firmamento?
¿Se debe a nuestra naturaleza humana de desear siempre lo que no está al alcance de nuestra mano… a esa necesidad de explorar, de descubrir nuevos mundos?
¿O acaso se trata de intentar obtener un saber sobre lo desconocido, y así sentirnos más seguros en nuestra pequeñez?
¿Es la extraña sensación de querer volver a un hogar entre las estrellas? Tal vez este no sea nuestro mundo original, y nos mueve que las piezas no encajen.
¿O quizá es la sensación de soledad y, al mismo tiempo, de pertenencia a algo más grande… a esa eterna necesidad de trascendencia cósmica?
Sea lo que fuere lo que nos impulse, no dejaremos de mirarlas en silencio.


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