aquello-que-nos-sobra

Aquello que nos sobra

Y aquel pequeño ser se movía oculto a los ojos de todos. Muy pocos tenían el don de percibir su presencia, pero, aun así, no eran capaces de fijar la vista en él. No sabían con certeza qué aspecto tenía, pero sí cuál era su función.

Y allí estaba: se deslizaba entre las personas, siempre con la mirada perdida en el suelo, en una incesante búsqueda de algo. Cuando daba con ello, se acercaba a los pies de alguien, lo recogía, desataba su pequeña bolsa de cuero y lo guardaba dentro. Esa persona acababa de ser recolectada. A ojos del pequeño ser, no merecía el tiempo que desperdiciaba, y simplemente se lo quitaba.

En muy pocas ocasiones, cuando llegaba junto a alguien, alzaba la mirada para contemplar su rostro y la consideraba merecedora. En esos casos, no recogía ni recolectaba nada: abría su bolsa, sacaba algo de dentro y, con un leve toque sobre su pierna, se lo regalaba.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *