Sentado, los músculos empiezan a fallar; el cuerpo no puede más.
Queda poco para empezar el siguiente round
y, de nuevo, intentar aplacar a la bestia.
Desde la esquina se oyen voces y consejos,
mensajes que no sintonizan con el combate,
palabras que no conectan con la realidad.
Solo sabe que debe aguantar un round más,
cansar al oponente y conseguir otra oportunidad para noquearla.
Pero son minutos eternos
para no encajar golpes de realidad.
Suena la campana, pero esta vez es distinta:
tiene la melodía de esa canción… la que te transporta a otro lugar.
Y, por un segundo, lo tiene claro.
Siguiente asalto…


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