el-espejo

El espejo

Se quedó mirando fijamente su reflejo en el espejo y, enseguida, dejó de ver su rostro para profundizar en el negro de sus ojos.

Del interior de su mente surgió una voz, un leve susurro, subversivo:

—Déjame entrar—

Ensimismado, revivió de nuevo aquella experiencia que le marcó:

—¡No! —dijo con voz rotunda, apartando la mirada del espejo. Había perdido la concentración y se había dejado llevar.

Se lamentó mientras recuperaba la calma. Respiró hondo, se concentró y volvió a fijar la vista. Esta vez sí conectó.

Ante él se formó una nebulosa habitada por sombras grotescas. Enseguida le llegó el olor nauseabundo del azufre y, en su mente, empezaron a escucharse alaridos terroríficos.

No debía fijar su atención en aquellas criaturas; de hacerlo, perdería el control sobre sí mismo y sería arrastrado a las sombras por la locura, o algo peor.

Se concentró en el vacío infinito y preguntó:

—¿Dónde está?—

La intrusión de su pensamiento en el vacío alteró aún más a las sombras, dificultándole cada vez más sostener la concentración ante el ataque sobrenatural al que estaba siendo sometido.

Volvió a preguntar, y todo empeoró, convirtiéndose en un torbellino oscuro de seres que intentaban poseerle.

Dentro de todo aquel caos de maldad, escuchó una tenue voz, apenas un susurro. Se centró en aquel eco para oírlo con mayor nitidez: era una voz de mujer.

Puso todas sus energías en acercarse al origen de aquella voz, pero el ataque de esas criaturas se intensificó y no sabía si podría soportarlo.

De repente, desconectó de aquel plano y, al volver en sí, se desplomó en el suelo, débil.

Temblaba, estaba sudoroso y jadeando. Le llevó bastante tiempo recuperarse: su energía vital era el precio que tenía que pagar por caminar entre las sombras.

Cuando pudo sostenerse en pie, salió de la casa tambaleándose. Se subió a su coche y condujo con rapidez hasta la comisaría.

Nada más entrar, captó la atención de todos. Le observaron en silencio. Un oficial de policía se acercó a él:

—Inspector, ¿dónde ha estado? Nos quedamos sin tiempo y las pistas no nos llevan a ninguna parte.

Él contuvo la respiración un segundo y respondió:

—Sé dónde tienen secuestrada a la niña.


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