A veces me pregunto si de verdad importa algo.
No lo digo con tristeza, ni con rabia. Solo… con distancia.
Mi nombre, el tuyo, nuestros rostros, todo…
En cincuenta años, nadie los recordará.
Y en mil, los libros serán polvo o fragmentos de lenguas olvidadas.
La impronta de una especie no es inmortal.
Todo se perderá.
Y no por tragedia, ni castigo.
Sino porque así es el tiempo.
Dicen que en un millón de años, la Tierra ya no será habitable debido al crecimiento del Sol.
Nuestro primer y único hogar…
Ahora que sabemos caminar, tendremos que aprender a saltar, dentro de nuestro sistema solar, buscando dónde no morir, habitando lunas yermas o atmósferas prestadas.
Pero… ¿dónde queda el hogar cuando el suelo bajo tus pies no te pertenece?
Quizá nos convirtamos en una especie errante: nómadas estelares flotando entre planetas.
O tal vez encontremos otros mundos, otros nómadas, o ruinas de quienes también huyeron de una estrella moribunda.
Tal vez, algún día, nos sentemos con ellos a compartir el fuego y hablar del hogar.
O tal vez… quizá ni crucemos la puerta, y nos destruya nuestra propia naturaleza.
Eso también sería un final.
Pero aun así, en cinco mil millones de años, el Sol engullirá a la Tierra y ya no quedará ningún recuerdo, y tal vez, en algún rincón de otro sistema, siga encendida la chispa de esta civilización: una chispa que piensa y que sueña.
Y eso nos distingue en el silencio del cosmos.
Y tú, ¿qué piensas? ¿Todo se perderá en el tiempo como lágrimas en la lluvia?


Deja una respuesta